>> martes, 29 de junio de 2010



-No me grites, te respeto menos cuando lo haces. Y me enseñas a gritar a mí también y yo no quiero hacerlo.

- Trátame con amabilidad y cordialidad igual que a tus amigos. Que seamos familia, no significa que no podamos ser amigos.

- Si hago algo malo, no me preguntes por qué lo hice. A veces, ni yo mismo lo sé.

- No digas mentiras delante de mí, ni me pidas que las diga por tí (aunque sea para sacarte de un apuro). Haces que pierda la fe en lo que dices y me siento mal.

- Cuando te equivoques en algo, admítelo. Mejorará mi opinión de ti y me enseñarás a admitir también mis errores.

- No me compares con nadie, especialmente con mis hermanos. Si me haces parecer mejor que los demás, alguien va a sufrir (y si me haces parecer peor, seré yo quién sufra).

- Déjame valerme por mí mismo. Si tú lo haces todo por mí, yo no podré aprender.

- No me des siempre órdenes. Si en vez de ordenarme hacer algo, me lo pidieras, lo haría más rápido y más a gusto.

- No cambies de opinión tan a menudo sobre lo que debo hacer. Decide y mantén esa posición.

- Cumple las promesas, buenas o malas. Si me prometes un premio, dámelo, pero también si es un castigo.

- Trata de comprenderme y ayudarme. Cuando te cuente un problema no me digas: “eso no tiene importancia…” porque para mí sí la tiene.

- No me digas que haga algo que tú no haces. Yo aprenderé y haré siempre lo que tú hagas, aunque no me lo digas. Pero nunca haré lo que tú digas y no hagas.

- No me des todo lo que te pido. A veces, sólo pido para ver cuánto puedo recibir.

- Quiéreme y dímelo. A mí me gusta oírtelo decir, aunque tú no creas necesario decírmelo.

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