Pánico

Deseaba que llegara el verano para disfrutar de la playa, pero he descubierto que el agua me da pavor. Mi aversión se empezó a manifestar en Menorca, donde no me acercaba a menos de tres metros de ese mar tranquilo y templado. Sólo el último día de mis vacaciones en las islas empecé a experimentar un poco, siempre de la mano de mamá y sin perder de vista la arena seca.
La piscina del hotel fue otro suplicio. Ni el barquito hinchable consiguió aplacar mis gritos, así que papá y mamá me dieron por imposible.
A la vuelta de Menorca apareció en la finca de mis abuelos una sofisticada piscinita, que día tras días me llenaban de agua. Después de un tiempo opté por meterme en ella y allí juego un ratito cada día. Pero la playa es otra historia, le oí decir a mis papás 'el atlántico no es el mediterráneo', y el primer día que sumergí el dedo gordo de mi pie en estas aguas entendí a qué se referían. Así que me dedico a dar paseos con mamá, recoger conchas, hacer castillos y jugar a la pelota, aunque a veces, sin darme cuenta, aparezco medio sumergido en una poza como si alguien la hubiese estado haciendo a mi alrededor, tendrán papá y mamá algo que ver?